Por tu pasado Hidalgo,
por tu presente brioso
es tuyo el porvenir,
Oh, Chichigalpa.
Es una tonada que se repite en mis adentros con insistente intensidad.
Una mañana después de una llamada de confirmación partí de ti, tierra mía.
Esa mañana, las cuatro de la mañana en realidad, heme ahí, en la caseta del reparto Erick, esperando el bus que me llevaría lejos, junto a los heroicos trabajadores del Ingenio san Antonio que con improvisadas palabras enamoraban a aquellas mujeres que, como todos los eneros, corrían por el andén del boulevard, ejercitando su ya bello cuerpo femeninos, nunca comprendí porqué en Febrero no queda ni una de ellas.
Desde ahí tome una bocanada de aire, contagiándome de aquel mítico olor de ron añejándose a lo lejos, un peregrino que descubre al mundo cuando es el mundo quien lo descubre a él.
Ahí, en el silencio, en la soledad acompañada, en el vació colmado de ti, Chichigalpa, novia mía, te dije adiós.
Adiós a las salidas al parque Rubén Darío junto a mis amigos del reparto, donde entre otras cosas, nos entreteníamos con las locuras de los borrachines que bailaban cualquier canción que le pusiésemos, y como olvidar a aquel personaje en el que no dudo se esconde Dios al que por cariño llamamos "Chávela" un joven de cabellos crecidos y barbas gruesas como alambres, que acompaña el parqueo de la Iglesia San Blas.
Adiós a las compras matutinas de pozol con leche en el mercado municipal, oh centro energético cual pirámides de Keops, donde escuchamos las palabras de cariño de las mercaderes que desean vendernos algo.
Adiós a aquellos actos culturales apodados "noches de ron y azúcar" donde llenos de orgullo no deleitábamos con las danzas estilizadas por nuestras doncellas del grupo "Chichihualtepethl" en la tarima de la concha acústica, y donde acusábamos de gay a aquellos valientes que interpretaban los movimientos del viento en nuestras danzas.
Adiós a la imponente protección del coloso milenario, hoy San Cristóbal, y sus nubes que simulan ser arena que anuncian una erupción repentina, un fin de semana el grupo de hidalgos del Erick Ramírez te conquistamos con una botella de agua y una sed tremenda de triunfos.
Y mi adiós, ese adiós que empecé a decir con el alba, un adiós que aun no ha terminado, un adiós que aun no termina, porque, Chichigalpa, vas conmigo.
"Y llovió luz por Moyogalpa,
por telpaneca
y (sobre todo por ti) Chichigalpa"
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